13.1.12

Quo vadis, Hungría?

Bandera de la Unión junto a la Húngara, en Budapest.

«La Unión se fundamenta en los valores de
respeto de la dignidad humana, libertad,
democracia, igualdad, Estado de Derecho
y respeto de los derechos humanos […]».
—Art. 2 del Tratado de la Unión Europea—


La Comisión Europea, a través de su presidente, Jose Manuel Durão Barroso, emitió anteayer un comunicado mostrando su gran preocupación por la situación actual en Hungría.

Pongámonos en antecedentes.

En las elecciones parlamentarias del año 2010, el partido conservador y euroescéptico magiar FIDESZ obtiene una victoria histórica, y se hace con dos tercios del parlamento húngaro. Esa mayoría aplastante le permite aprobar, sin contar con ninguna otra fuerza política, una nueva Constitución hecha a medida, el 18 de abril del año pasado. Un argumento más contra el poder absoluto (ya veremos cómo lo pagamos por estos lares, que tampoco estamos para muchas fiestas).

El resultado, por tanto, es una Carta Magna que recuerda a las que se escribían en la España decimonónica, contentando a la mitad de la población, e ignorando completamente a la otra mitad.

Todo eso ocurrió ante las narices de la Unión Europea, que en aquel momento estaba demasiado ocupada mirando para otro lado. El 1.º de enero, finalmente, la Constitución húngara ha entrado en vigor. Y ahora, cuando el daño ya está hecho, la Unión Europea parece que comienza a reaccionar (por decir algo).

Para empezar, la Comisión se ha quejado de tres cosas, fundamentalmente:
  • la independencia —o más bien la falta de— del Banco Central húngaro;
  • ciertas medidas relativas al poder judicial, y en particular el retiro obligatorio de jueces y fiscales a los 62 años, en lugar de a los 70; y
  • la —falta de— independencia de la autoridad nacional de protección de datos.

Barroso se ha dejado un par de cosas o tres en el tintero. Por ejemplo, no menciona para nada que la nueva Constitución impide el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, secuestra al Tribunal Constitucional, o reforma la ley electoral para asegurarle la victoria al FIDESZ por siempre jamás, entre otros detallitos sin importancia. Pero bueno, tampoco pidamos peras al olmo.

La Comisión ha amenazado a Hungría —mejor tarde que nunca— con instar un procedimiento por incumplimiento de los Tratados (artículo 258 del TFUE). Más adecuado hubiera sido, en mi opinión, traer a colación el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea, pensado para casos en que exista «un riesgo claro de violación grave por parte de un Estado miembro de los valores [de la Unión]». Constatada esa violación, Hungría podría ver suspendidos importantes derechos (como el de voto en el Consejo). Sin embargo, la Unión Europea está ahora un tanto liada, pensando cómo salir de su atolladero económico, como para preocuparse por menudencias como los derechos fundamentales.

En cualquier caso, por algo se empieza, y es la primera vez que la Unión parece preocuparse por la grave situación húngara, de manera que podemos felicitarnos por este avance, aunque sea tardío y escaso. De hecho, como primer efecto positivo, los eurodiputados húngaros ya se han visto obligados a defenderse en el Parlamento Europeo.

Solo el futuro dirá si estas medidas surtirán algún efecto. Se aceptan apuestas.

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