27.2.12

¿Absuelto?


«¡Oh, libertad! Cuántas injusticias
se cometen en tu nombre».
—Madame Roland—

Ha salido ya la tercera y última decisión del Tribunal Supremo respecto al juez Baltasar Garzón —ya decía ayer que para mi siempre será juez, aunque le hayan retirado el título de señoría—.

Poco hay que se pueda añadir sobre lo ya dicho por tantos sobre esta cuestión. Se trata de unos procesos de tan claros tintes políticos que convirtieron el hecho de ser español en motivo de sonrojo internacional.

Los magistrados del alto órgano judicial han tenido a bien exonerar a Garzón por la investigación de los crímenes del franquismo. Así, se le declara inocente por la acción que motivó su persecución, mientras que se le condena por una instituida al efecto. Lavamos la cara y todos contentos. Es una verdadera lástima que no hayan engañado a nadie.

Garzón no es un hombre perfecto, y ciertamente no fue un magistrado perfecto. Su enorme afán de protagonismo ha acabado, al final, por perderle. Pero es triste —por decir lo menos— que alguien que ha hecho tanto por la Justicia y por España acabe denostado por el pueblo y por la democracia a las que ayudó a dignificar.

El juez Garzón puede aún recurrir al Tribunal Constitucional y al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Sin embargo, ninguna de esas perspectivas resulta demasiado halagüeñas, por distintos motivos muy largos para relatar aquí. 

Diría que aún confío en que se haga justicia, pero mucho me temo que mi capacidad para la fe no se estira tanto.

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